Los vikingos lo consumían seco y actualmente se puede decir que el bacalao, junto con el salmón, es uno de los pescados de mayor consumo, tanto fresco como curado.
Hay que distinguir primero el bacalao fresco del bacalao salado o en salazón.
El primero es un pescado blanco, mientras que en salazón, al aumentar la concentración de grasa, se cataloga como azul.
Para elegir un buen bacalao salado debemos escoger uno de color blanco, nunca debe de ser amarillento ni con tonos rojizos.
Es importantísimo que sea traslúcido. Además, el bacalao debe ser flexible y tampoco excesivamente pequeño (un mínimo de 90 cm) .
Y siempre comprado con piel.
De todas formas, el desalado del bacalao es uno de asuntos más complejos en la culinaria de este pescado.
Es aconsejable poner el bacalao en agua tibia, de esta forma se pierde sabor y textura.
Para freír el bacalao fresco lo hacemos en abundante aceite y a baja temperatura. Así la carne se contrae y se trabaja con más facilidad.
Ponemos en remojo el bacalao 24 horas antes, cambiándole varias veces el agua; se escalda y una vez frío lo rebozamos en harina.
En el aceite que queda freímos una cebolla en trozos pequeños, y lo pasamos por el chino, añadimos salsa de tomate y unos pimientos asados cortados en forma de tiras.
Ponemos el bacalao en una cazuela y la añadimos la salsa anterior.
Ponerlo a fuego lento y remover durante una hora aproximadamente