Antiguamente, el pollo era un excepcional manjar de domingos y festivos. Con la crianza masiva del pollo, su precio ha bajado, ya que en tres meses se consigue fabricar 1 kg de carne de pollo.

Un pollo fresco y joven debe tener la piel tersa y sin grietas. El pico y el esternón ligeramente flexibles, el ojo brillante y poco hundido en la órbita. Las patas deben ser de color amarillo claro, con escamas pequeñas, y la piel no debe estar pegajosa.

La presencia de reflejos violetas o verdosos en la carne, el oscurecimiento del extremo de las alas, así como la decoloración verdosa alrededor del cuello, son claros síntomas de que este pollo está no en muy buenas condiciones. El pollo crudo no debe permanecer más de dos días en la nevera.

Si compramos un pollo en un supermercado y está envuelto en un plástico, conviene al llegar a casa envolverlo con papel de aluminio, si no lo vamos a preparar inmediatamente.

Si está cocinado se puede guardar tres o cuatro días. y si se congela, puede guardarse como máximo hasta seis meses. Es un alimento de fácil degradación, deben tomarse las máximas precauciones. El caparazón y las alas del pollo se pueden congelar y ser utilizados en otra ocasión para hacer caldos y sopas.

Pollo escabechado

Salpimentamos los muslos de pollo y los ponemos en una cazuela.

 

Cortamos en cuatro la cebolla y añádela a la cacerola junto con los dientes de ajo con piel.

 

Agrega las hierbas aromáticas y los granos de pimienta.

 

Por último, añadimos el aceite y el vinagre.

 

Cubrimos la cazuela con papel de aluminio, tápala con su tapa y deja cocinar a fuego suave 40-50 minutos. Deja enfriar y retiramos los muslos.

 

Pelamos el tomate, quítale las pepitas y pícalo en dados.

Mezclamos el tomate con la pasta y alíñanos con el jugo del escabeche colado.

 

Se añade perejil picado, mezcla y pon la pasta en el centro de un plato. Rodéala con los muslos (sin la piel) y decora el plato con la cebolla del escabeche.